martes, 2 de diciembre de 2014

CANIBALISMO GOURMET

Para romper nuestro ayuno (sexual)
fundiré chocolate en el ardor de tus muslos (textual)

Me alimentaré de las células madre de tu vientre
y el poder de tu orgasmo será la entropía
con la energía asaz de saberte mía

Luego bogaré con  tus brazos, como remos
llevando la guía de tu lengua, como timón.

La marea de tus espasmos me hará saber
que llegaste a puerto
y entonces arrojaré mi ancla en tu océano
para reposar en ti,
rendido, dulcemente yerto.

martes, 4 de noviembre de 2014

¿¡Quién te Viera!?

"No hay un solo milímetro de tu cuerpo que no haya tocado yo con mis labios o mi lengua". Ella meneaba la cabeza en simulado gesto de reproche y me decía: "¡Ay, Gustavitoa! ¡Quién te viera!" 

Eso de Gustavitoa era porque me llamo Gustavo Adolfo. Mi padre le recitaba a mi mamá aquello de "Volverán las oscuras golondrinas", y en recuerdo de Bécquer me pusieron ese nombre. Cosas de ellos. Lo de "¡Quién te viera!" se debía a que siempre he tenido aspecto de persona seria, incapaz de locuras de erotismo, y yo con Ana Lilia me volvía loco. La recorría toda con mis manos y mi boca; me la bebía entera; la comulgaba apasionadamente. Ella se abandonaba a mis caricias y me dejaba hacer lo que quisiera. 

Ninguna audacia mía conoció un "no" suyo. Si fuera yo más literario te diría que planté mis banderas de amor hasta en sus más escondidos territorios. Eso lo saqué de unos versos que intenté escribir para ella, pero no me salieron bien y los rompí. Porque has de saber que le escribía versos. Imagínate: yo, contador público y auditor, haciendo versos. A lo mejor me vas a decir también: "¡Ay, Gustavitoa! ¡Quién te viera!" 

Desde la primera noche de casados la cubrí toda de besos. Se entregó a mí sin reticencias, y eso que era señorita. En aquel tiempo -¿sabes?- no se acostumbraban las anticipaciones. Mi vida de casado fue feliz. Por la mañana y por la tarde mi esposa era mi esposa, pero en la noche era mi amante. Y mi locura era su locura. Ella también me comulgaba a mí, si me permites esa ambigüedad retórica que me libra de tener que expresar lo que no debo. Ganas me daban de decirle a veces: "¡Ay, Ana Lilia! ¡Quién te viera!" No se lo decía para que luego no fuera a contenerse. Así vivimos cinco años. Cinco nada más, figúrate. 

Ni siquiera los diez que Amado Nervo disfrutó a su musa. Él tuvo mejor suerte que yo. Un día Ana Lilia empezó a sentirse mal. Tenía dolores en todo el cuerpo. Se acabaron las noches buenas y empezaron los malos días. Vimos a un médico, y a otro, y a otro. Con los análisis de laboratorio que le hicieron habríamos podido llenar el baúl grande que le dio su abuela como regalo de bodas. Nunca supimos cuál fue su enfermedad. "Es un virus", decían los doctores. El caso es que se fue yendo poco a poco. Una mañana desperté y ella estaba a mi lado, igual que siempre, pero ya no estaba. Se murió en el sueño. Pensé que era mi deber llorar, pero no pude ni cuando se la llevaron los de la funeraria.

En el velorio y el sepelio sentía que yo no era yo y que ella no era ella. Imaginaba que estábamos en el funeral de alguien a quien habíamos conocido tiempo atrás. Me parecía que de pronto Ana Lilia iba a tocarme el brazo y a decirme: "Vámonos. Ya cumplimos". Las personas me decían: "Lo siento mucho". Y luego se iban. Ya habían cumplido. Cuando todo acabó volví a mi casa. La sentí vacía, como si ni siquiera yo estuviera ahí. Y ¿sabes qué hice aquella noche? Puse en la cama su ropa, figurando su cuerpo junto a mí: su blusa, su falda, sus prendas íntimas, sus medias, sus zapatos... Y lo mismo la siguiente noche. Y así todas las noches, hasta ahora. Si mis amigos y compañeros de trabajo supieran eso pensarían que estoy loco. Me preguntan a veces: "¿Por qué no te vuelves a casar?" 

Respondo con alguna broma de las que se usan siempre. La verdad, aunque suene cursi, es que después de Ana Lilia ya no puedo querer a nadie más. Por la noche pongo su ropa en la cama y luego me acuesto junto a ella. Por favor no me vayas a decir: "Ay, Gustavitoa! ¡Quién te viera! ¡A ti, que eres contador público y auditor!" Pero tú me conoces desde los tiempos de la juventud, y sabes que siempre he tenido mis rarezas. 

En fin, vamos a tomarnos otra copa. Hay que celebrar que nos hemos encontrado después de tantos años de no vernos... La verdad yo no quería contar lo que ese día me contó mi amigo. El relato tiene una vaga semejanza con aquel viejo poema, algo macabro, que se llama "Bodas negras". Sé que la muerte está presente siempre en nuestra vida, pero prefiero pensar que la vida está presente siempre en nuestra muerte. Además la literatura propone, y la vida dispone. Y la vida puede más que la literatura... FIN.


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lunes, 2 de junio de 2014

Quiereme Luis Eduardo Aute


Quiéreme, aunque sea de verdad,
quiéreme, y permíteme el exceso,
quiéreme, si es posible, sin piedad,
quiéreme, antes del último beso.

Quiéreme, haz que se incinere el mar,
quiéreme, como el vendaval que pasa,
por el resto de una brasa
dentro de un glaciar.

Quiéreme, sin el mínimo pudor,
quiéreme, con la insidia de la fiera,
quiéreme, hasta el último temblor,
quiéreme, como quien ya nada espera.

Quiéreme, aunque no sepas fingir,
quiéreme, que de todas mis flaquezas
sacaré la fortaleza
para revivir.

Sabes bien
que jamás te lo he pedido
ni jamás te hice un reproche...
por lo que esta vez te pido,
ya que no es cosa de dos,
que tú seas quien me quiera
como nunca me has querido
esta noche del adiós...

Quiéreme, ahora que llegó el final,
quiéreme, sin mas puntos suspensivos,
quiéreme, aunque venga el bien del mal,
quiéreme, como si estuviera vivo.

Quiéreme, que no entiendo qué hago aquí,
quiéreme, si no quieres que esté muerto,
porque todo es un desierto
fuera de ti.

Quiéreme, que ya empieza a anochecer,
quiéreme, aunque sólo sea un instante,
quiéreme, y hazlo como otra mujer,
quiéreme, como si fuera otro amante.

Quiéreme, que mañana ya murió,
quiéreme, como si el mundo acabara,
como si nadie te amara
tanto como yo...

Sabes bien...
que jamás te lo he pedido
ni jamás te hice un reproche...
por lo que esta vez te pido,
ya que no es cosa de dos,
que tú seas quien me quiera
como nunca me has querido
esta noche del adiós...
Quiereme...
Quiereme..

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