OSCAR ARTURO MEDINA CASTELÁN
“…La llama que me quema cada vez que te veo
me dice que es absurdo programar el deseo,
al cabo de unos años estaríamos los dos adultos
y aburridos frente al televisor...”
me dice que es absurdo programar el deseo,
al cabo de unos años estaríamos los dos adultos
y aburridos frente al televisor...”
Joaquín Sabina
Cuando la duda es mucha, es tiempo de decir la verdad y la verdad es que esta columna se hace de noche, más bien de madrugada, acompañada de un cigarro y obvio, de una taza rica, aromática, caliente y sabrosa (cualidades que siempre se agradecen también en la mujer) de café.
El fin de semana, ¡¡¡bingo!!! Por fin está aquí, sobrevivimos a halos de sol, fumarolas, manifestaciones, reformas, reducciones en la perspectiva de crecimiento para el país y por lo mismo nos hemos hecho acreedores a dos largos días de libertad y si me pregunta, si alguien en su sano juicio me pide mi humilde opinión (como dice el evangelio según Andrea) es tiempo de ser lujuria en la piel de otra persona.
Así, por mero gusto, fiel lectora nos dice que ya está lista para pasar el fin de semana en un cinco letras.
Para ser lujuria no hay mejor lugar que un hotel de paso, sitios anónimos que guardan nuestras historias, lugar ideal para ella y él, él con él, ella con ella… O mejor aún, para ellos con ellas, a dios gracias en estos lugares el límite se establece sólo con la imaginación.
Hablar de hoteles de paso me encanta, en mucho porque no hay nada más rico que una mañana, una tarde, noche o madrugada “echar pata” y abandonarse del mundo.
Todo empieza desde la pregunta ¿Qué onda, vamos? Hasta la confirmación, todo es parte de un juego delicioso, de miradas furtivas, de pasos entre rápidos y asustados, para llegar a la recepción, pedir la concebida habitación y recorrer más calmado los metros que nos separan del mundo a la piel de otra persona.
De anécdotas en hoteles hay muchas, una que me gusta mucho es la de cierta amiga de mi Madre que un día me la encontré en el elevador de un hotel con alguien que no era su marido.
Ella meses después sacó a colación en una plática ese momento y mi Mamá le dio el concebido tapón cuando le dijo “mi hijo es un caballero y por supuesto no me había dicho”.
Cuál caballero… Si decía que me encontré a esta amiga de mi progenitora, tenía que explicar la causa por la que estaba en un hotel cuando se supone me encontraba trabajando.
Si partimos del hecho de que los caballeros no tenemos memoria, obvio, no puedo hacer de esta columna un “rosario” de mis conquistas, pocas o muchas, para mí son las suficientes para tener memoria, para el día en que esté en el asilo y no logre alcanzar a la enfermera, tenga recuerdo que caliente el alma, calentando el cuerpo.
En mis días (ya llovió) no había mucho de donde escoger, era hotel con cama matrimonial (chale que feo se lee) o King Size (¿así se escribe?) los “5 letras” anunciaban como mega lujo “agua caliente, teléfono, televisión, radio (pero no cualquiera, era FM) y los más “chic”, bar.
Ahora me entero que los hoteles, a dios gracia, ya evolucionaron y tienen wi-fi y sex shop, porque la verdad uno podrá ser muy viril y gallardo, pero luego cómo se necesita la ayuda consoladora de un vibrador… Jajajajaj, por eso luego te censuran Arturo.
También los hay con columpios y hamacas, en el primer caso, pues suena padre mientras no se aplique la premisa de que la diversión se acaba en cuanto bajas los pies, en la segunda variable, pese a la película “La Tarea” me pueden creer es súper complicado inspirarse para el “fornicio” cuando no existe ninguna superficie rígida para hacer punto de apoyo… ¿? Creo que la explicación quedó muy confusa, no les quito las ganas y cuando terminen en el suelo entenderán a que me refiero.
En este México agraviado por los políticos, por suerte existen hoteles con camas redondas, en forma de corazón, con sillones anatómicos para hacer realidad el kamasutra sin tener que terminar con una luxación en el intento.
Me dicen que estos muebles son tan, pero tan efectivos que si no lograr “pegar de hit”, “ponerte en el marcador”, “hacer la chica”, “partir plaza” es porque en verdad diosito no te quiere… Eso dicen, vaya usted a saber.
Con el paso de los años, los cuartos…No me gusta esa palabra, mejor dicho las alcobas, tuvieron ¡¡¡...no sólo baño…!!! Sino también jacuzzi y eso era maravilloso, muchas burbujas de aire pasando por el cuerpo (desnudito) de uno a una velocidad endemoniada, en ocasiones, uno no sentía lo duro sino lo tupido… Bueno yo ni sentía nada…jajaja.
Ahora la bendita modernización nos regala la posibilidad de tener habitaciones con alberca privada, o sea, donde podemos jugar a los “bucitos” (claro, sin nada de ropa) y experimentar una de las cosas, que según las leyendas populares son deliciosas… El coito… ¿anal? No, pues en que están pensando, no…El coito acuático, que dicen es delicioso.
También los hay con focos rojos, tubo a mitad de la habitación, dvd para ver la películas, con entrada para cámara de video, para los creativos, sillones, muebles de diferentes tamaños, para hacer el famoso “salto desde el armario, con una vuelta para delante otra para atrás, estiramiento, encogimiento y todo en completo silencio”, proceso que sólo algunos iniciados podemos hacer (sí, ajáaaa).
Una de las gracias de los “5 letras” es que hay uno correcto para la pasión justa o el presupuesto que se tenga, así por ejemplo uno puede recurrir (bajo su propio riesgo) a los hoteles del centro que por 100 pesos dan una cama (nada mas) para la pasión, hasta los más lujosos que por mil 200 pesos regalan 4 horas de lujuria.
Los hay de nombres serio, jocosos o explícitos, como: El Blu, el Veloo, el Xol-ha, el K20, el dos2, el Maxintimo, el Pop Life, los que nos recuerdan donde estamos: Hotel Tacuba, Revolución y Miramontes entre otros.
Existen los, como decirlos, muy gráficos como el Hotel Palo Viejo, Palo Seco, Palo Alto…Diría una amiga, “animas del purgatorio”.
Ok… como sea, hoteles hay muchos, bueno ni tanto, luego los viernes hay que hacer “cola” sin albur, para pasar a una habitación, el hecho es que suena rico para este fin de semana dejar el mundo por unas horas y jugar a “eso me gustas eso me das”.
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