Por Ramsés Ancira Saba
Empecemos con la voz de una crítica experta, Estela Leñero
(José) Caballero es hábil en el movimiento escénico y consigue organizar este difícil entramado, jugando con la profundidad del escenario para resolver la simultaneidad. Transitan en primer plano, una situación erótica sucede en las medianías del espacio, y en un lateral discuten acaloradamente. La abstracción del éste, diseñado e iluminado magistralmente por Alejandro Luna, juega con los claroscuros de las paredes, con proyecciones al fondo para ubicar los espacios exteriores o delimitando un muro con luz para hacernos sentir dentro de una habitación.
La historia está situada en Bagdad en el año 787, y son Rodrigo Mendoza en la música y Tolita y María Figueroa en el vestuario los que colorean el ambiente arabesco requerido.
Ahora hablemos de la obra con nuestra propia voz: Para ver sexo en la UNAM, ya no es necesario buscar una de las "islas" solitarias. En estos días puede apreciarse en vivo, con invitación oficial si eres del grupo de los entusiastas de teatro, pero sobre todo, sin ningún sentimiento de culpa, ni de las autoridades universitarias, ni mucho menos de los espectadores o las actrices, becarias todas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
Fondo, por cierto, fortalecido por este gobierno panista, mal considerado por muchos como mojigato. No es cierto, inepto si, sobre todo en la selección de sus asesores de imagen, funcionarios de comunicaciones y transportes y campañas de seguridad, pero no mojigato. Tan no es así que muchos de los funcionarios y empleados de alto nivel de la cultura en México son abiertamente homosexuales, hombres y mujeres, y no lo niegan.
Pero no nos desviemos del tema, aunque está relacionado, Noches Islámicas es lo más cercano a una película triple x, y además de una calidad artística muy por encima de otros intentos similares, como Calígula, con Peter O'toole y Malcom Mc Dowell, por ejemplo.
Y es que en la puesta en escena de la Compañía Nacional de Teatro no hay más violencia de la estrictamente necesaria para dar una lección moral, a veces en verso, otras en prosa, a veces vestidos, las más, desnudos y en simulación de coito.
La puesta en escena de José Caballero, nos remite a las películas de Tin Tan y de Viruta y Capulina de los años cincuentas del estilo de Sinbad el Mareado o La Odalisca número 13 y Los Legionarios (Miguel Zacarías, 1958), pero a diferencia de estas cintas, a medio camino entre el corral de comedias español y la mexicanísima carpa, en Noches Islámicas de Héctor Mendoza no dejan casi nada a la imaginación
Es sexo puro, y bello, porque es sexo felíz y sin culpa.
Es más, hasta nos vamos a atrever a hacer una cosa que nunca hacemos, porque no le vamos a quitar nada de la sorpresa que representa esta obra. Por orden del gran emir, Harun al Rashid habrá un final feliz y triunfará el amor, sin diferencia de género, posición social u orientación sexual. No se perderá nada, ni siquiera la cordura, ni el IPAD que no le sirve de nada para orientarse a los despistados embajadores de Carlo Magno, los graciosos Ranulfo y Adalberto.
Bravo por Roberto Soto, que como su ancestro "El Panzón" vuelve a extraer la risa de las butacas, bravo por la sabiduría de Yafar (Oscar Narvaez), la compasión de Caña de Azucar (Gabriela Nuñez), la lujuria de Mariana Gajá (grano de Almizcle) y la malicia de la bella geniecillo Rocío Leal, a quien en el programa de mano le atribuyen el rol de una ángel, aunque los ángeles no tengan sexo.
Homenaje Nacional a Héctor Mendoza, quien incluso en los dramas quizo que hubiera un rayo de esperanza para convertirnos en los mejores seres humanos, los que practican las relaciones sexuales sin culpa.
Bravo por la UNAM, bravo por la Compañia Nacional de Teatro, por el Fonca y por el Arte que Erotiza, porque eso es lo que nos hace diferentes de las bestias.
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