Sin ánimo de aburrirte con un extenso prologo, quisiera que consideraras por un momento que posibilidades hay de que la trama y las vivencias de una historia real o inventada se repitan en el tiempo por diferentes personas y en diferentes lugares del mundo.
Ahora, imagina que no se trata de un solo mundo, sino de muchos mundos. Te preguntarás que a qué me refiero. Pues bien, si alguna vez aceptaste el concepto de que nuestro universo es infinito, te imaginas cuantas posibilidades hay de que exista un número infinito de mundos como el nuestro y cuantas veces podría repetirse en ellos esa misma historia.
Si recurrimos a las descabelladas teorías de la física moderna; ésta historia que te voy a contar existe en algún lugar del tiempo y el espacio de alguno o varios de los infinitos universos paralelos del infinito numero que de ellos hay superpuestos en el mismo lugar y a los que algún día la tecnología del futuro nos permitirá verlos; sintonizándolos como lo hacemos hoy con las frecuencias de radio o televisión. De acuerdo a esto: la imaginación es la capacidad de asomarse a estas dimensiones con los sentidos de la mente y escribir es jugar a ser Dios moldeando a nuestro antojo lo que ya existe en algún lugar del tiempo y el espacio, ambos infinitos por cierto.
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CAPÍITULO I (Encendiendo la fogata)
Bella, era el nombre de una preciosidad de figura perfecta. No obstante su juventud, sus dulces encantos en capullo empezaban ya a adquirir proporciones como las que placen al sexo opuesto. Su rostro acusaba una candidez encantadora; su aliento era suave como los perfumes de Arabia y su piel parecía de terciopelo. Bella sabía desde luego cuáles eran sus encantos y erguía su cabeza con tanto orgullo y coquetería como solo pudiera hacerlo una reina, pero como si todo esto no fuera suficiente; por su sangre corría el fuego del Mediterráneo, pues debido a sus raíces familiares ésta chica tenía un marcado pero sensual acento europeo con cuya fina gracia cautivaba y divertía hasta con la más insípida conversación. No resultaba difícil ver que despertaba admiración al observar las miradas de anhelo y lujuria que le dirigían los jóvenes y en no pocas ocasiones también los hombres ya maduros. En el exterior del templo religioso al que asistía no había hombre que no volteara discretamente a mirar tan increíble silueta, manifestaciones que hablaban mejor que mil palabras de que mirarla era un verdadero regalo para los ojos masculinos.
Sin embargo ella no prestaba la menor atención a lo que evidentemente era un suceso de todos los días, la damita se encaminó hacia su hogar en compañía de su tía, una dama que a pesar de languidecer por su delgadez y ser enfermiza en extremo; tenía un cuerpo que estaba revestido con el mismo inconfundible sello familiar de Bella, era una mujer que en sus mejores momentos había sido una sobresaliente bailarina de ballet clásico que participó en destacadas obras como titular del elenco y aún conservaba el porte aristocrático y la impecable figura con la que esa férrea disciplina marca de por vida el cuerpo de quienes entregan su vida a ese arte.
Al llegar a su pulcra y elegante morada la jovencita se dirigió rápidamente a su alcoba, en el interior encendió su computadora para ver sus correos y con el corazón acelerado abrió con urgencia aquel que le interesaba ignorando los demás. “Esta tarde a las seis, solo podré estar diez minutos en el colegio”, eran las únicas palabras escritas en el correo, pero al parecer tenían un particular interés para ella, puesto que se mantuvo observándolas por algún tiempo en actitud pensativa, como si su mente buscara mil interpretaciones o mensajes ocultos en esas escasas frases.
Enseguida, Bella se vistió con meticulosa atención; procurándose la ropa y los arreglos más insinuantes que tenía. Enfundada en unos ajustados y sensuales jeans de fina mezclilla que hacían resaltar al máximo sus encantos femeninos en combinación con una estilizada playera de manga larga que se plegaba como piel a su diafragma mostrando las formas de sus senos, salió al jardín que rodeaba la casa donde moraba para que nadie la viera salir. Montó su bicicleta y al llegar al extremo de una larga y tranquila avenida la muchacha se sentó en una banca rústica del parque frente al colegio y esperó la llegada de la persona con la que tenía que encontrarse.
No pasaron más de cinco minutos antes de que un coche se estacionara en la puerta del colegio, del interior salió un apuesto caballero muy maduro de unos cuarenta y tantos años, pero con una apariencia tan varonil y seductora como la de ciertos galanes de cine. Entró al colegio donde las actividades vespertinas estaban por terminar. Casi de inmediato Bella encamino sus pasos rumbo al colegio. El caballero era uno de sus maestros que había quedado de entregarle una guía de estudios para un curso de verano.
En verdad Bella no estaba interesada en tal estudio, lo único que quería era platicar con él. Bella estaba fascinada con ese hombre que dicho sea de paso guardaba cierto parecido con su Tío, en cuya casa vivía, pero a diferencia de su maestro, su tío era una persona de semblante amargado que jamás sonreía, viviendo siempre al cuidado de su enfermiza esposa nunca lo veía divertirse o salir a pasear.
En cuanto llegó al despacho de su maestro se entabló una conversación sobre la metodología del curso que la linda muchacha escuchaba con los ojos encendidos sin poner la mínima atención al contenido de la misma, terminada la cual su maestro le dijo:
— Así que ¿a cual escogerías tu Bella? — Preguntó su maestro.
Casi suspirando, Bella contestó sin pensar con su acostumbrado acento europeo:
— ¡A Usted Claro!
Pero viendo que su maestro dirigió su mirada hacía ella con extrañeza, Bella corrigió.
— ¡He!, ¡Perdón!... quise decir… ¡Más bien!.. Creo que estoy de acuerdo con lo último, ¡si!… eso es.
Sin estar muy convencido con la respuesta, su maestro cerró la carpeta de la guía escolar y se la entregó a Bella diciéndole.
— ¡Bien!, pues aquí tienes lo que pediste, yo debo retirarme, tengo un compromiso para el que ya estoy retrasado, si tienes alguna otra duda…
El ritmo de la respiración de Bella se apresuró ante tal noticia, sabía bien que no lo volvería a ver hasta después de las vacaciones y apresurándose le salió al paso bloqueando la puerta de salida con su espalda para decirle:
— ¡Espera Giovanni!... ¡Digo! … !Perdón! ... !Quise decir! ... ¡Maestro!... Hay algo que quería pedirle. Supe que en unos días va a viajar a Vancouver para participar en una conferencia y que será un viaje corto al que asistirá solo por una semana y pues… verá… yo he querido viajar a ese lugar para practicar el idioma… pero no encuentro quien conozca ese lugar y domine el idioma tan bien como usted. Así que, yo quería saber si… Usted… y yo… — Nerviosa por no poder cerrar la idea le dijo abiertamente — ¡Podríamos tomar vuelos separados!
Habiendo captado a la perfección las intenciones de la joven, el Maestro se sentó momentáneamente en su escritorio para responder a su aparentemente ingenioso plan.
— ¡Bella!... Bella Bella, ojalá hubiera tenido yo una propuesta así cuando era un joven estudiante de lentes que siempre pasaba desapercibido y cuya compañía nadie necesitaba. Ahora soy un hombre felizmente casado con familia e hijos. Lo que tu quieres daría pie a malos entendidos y poner en riesgo mi trabajo y mi familia sería lo último que yo haría. Mi mejor consejo es que consigas un grupo de amigos de tu edad que quieran viajar y desde luego ¿por que no incluir en tu grupo a aquel que siempre quiere acercarse y no lo hace porque siempre lo rechazan?... tal vez te lleves una sorpresa cuando lo conozcas mejor.
Bella había comprendido a la perfección la postura de su Maestro y decepcionada consigo misma, no solo por haber fallado en su intento, sino porque se había dado cuenta de que era tan egoísta que jamás pensaba en los demás, incluidos como bien le dijo su Maestro; a todos aquellos que en apariencia calificaran con menos de “Pavo Real”.
La entrevista terminó y Bella se retiró pensativa y triste, no podía creer que existiera alguien que la rechazara, ni que le dijera tantas verdades en tan pocas frases, pero si algo había obtenido de ese encuentro era la manera de redireccionar la búsqueda del amor que tanta falta le hacía a su corta edad. — “Si Giovanni no me quiso iniciar en el mundo del amor; buscaré y encontraré la experiencia que quiero” — Se decía a si misma.
Esa noche Bella estaba sola en su casa por ausencia de sus tíos que debieron salir a visitar familiares a otra ciudad y estando en su habitación; sacó de su librero un libro negro que hacía días había estado leyendo, en su portada con letras herrumbrosas había un titulo en letras hebreas, luego una mención de lo que aparentemente era el nombre del autor en español, una sola palabra que para un conocedor lo dice todo: “Abramelin”. Tras leer un rato, salió al jardín que estaba frente a su recamara y a la luz de una luna llena trazó en el suelo un pentagrama con una de sus puntas apuntando hacía el norte, colocó una vela en el centro y se sentó en el interior del dibujo en la posición usada en yoga, cerró sus ojos y empezó una oración que en otros tiempos hubiera sido una sentencia de muerte para quien la practicara.
— ¡Santos espíritus! que rodean este pentagrama y que son atraídos por el fuego de mi cuerpo, huestes angélicas y arcangélicas que traen a la realidad los deseos y los sueños, criaturas de la noche que sirven a los durmientes, ¡Os Invoco para servirme como servís a vuestros amos!, yo que soy el deseo y la fantasía de quienes me admiran deseo traer a la realidad y para mi disfrute lo que mi condición merece, ¡Quiero Disfrutar Por Completo de Todas Las Posibilidades de la Naturaleza de mi Ser! ¡Quiero Tener la Experiencia Sexual más Fantástica Jamás Vivida por Mujer Alguna!
Y pese a las advertencias del autor de ese libro, articuló con palabras el ilegible e impronunciable nombre del demonio del placer, para después gritar a la luz de la luna.
— ¡Quiero Sentir Aquí y Ahora la Iniciación con la que una Bruja Goza por Primera Vez!
Mientras pronunciaba esto Bella sentía que la sangre que circulaba por sus venas le hacía unas cosquillas tan terribles que aceleraron su respiración y la obligaron a interrumpir su invocación, y casi como poseída tomó la vela y elevándola derramó sobre su desnudo cuerpo la cera que se derretía, excitándose notoriamente con la sensación del calor sobre su piel que la hacía arquear su espalda y ondular su cuerpo. Unos instantes después la jovencita apagaba la vela contra su piel encaminándola hacia su todavía más ardiente sexo para ejecutar una masturbación tan lujuriosa que ella misma se sorprendía de tan extraña e inusual actitud. Un apagado gemido de lujuria semejante al del dolor escapó de los labios entreabiertos de Bella al sentir en sus entrañas el explosivo llamado del placer, derrumbándose hasta quedar con su espalda en el piso, donde quedó tendida y con los ojos cerrados, con una expresión facial semejante a la del llanto. Era la primera vez que Bella se masturbaba y la emoción experimentada por su cuerpo era tal que había quedado como muerta.
El grito ahogado en forma de gemido fue la señal para una interrupción tan repentina como inesperada. De entre las ramas de los arbustos próximos se coló la siniestra figura de un hombre que vestía hábitos clericales y se situó delante de ella. El horror heló la sangre en sus venas y con un esfuerzo por mantenerse oculta, retrocedió ante tal aparición, como quien huye de una espantosa serpiente. La luz de la luna descubrió la figura de un hombre de aproximadamente cuarenta y cinco años, bajo, robusto y más bien corpulento.
Era el Padre Ambrosio, que sabedor del viaje de sus tíos; gentilmente había acudido a esa casa para revisar que todo estuviera en orden. Su rostro rojo y contraído por lo que parecía ser un terrible enojo resultaba todavía más temible por efecto de un par de ojos que brillantes y negros como el azabache que lanzaban fuego en torno a ella con adustas miradas de reclamo y resentimiento, el sombrío aspecto y limpieza de ese santo varón hacían resaltar todavía más sus notables proporciones musculares. Fue entonces que Bella se percató que el padre traía en su mano una cámara de video encendida con la que había filmando todo su “mágico ritual”.
Tan pronto como Bella advirtió la presencia del eclesiástico cubrió su sexo con una mano y sus senos con la otra encogiéndose en el suelo que había sido mudo testigo de su goce, e incapaz de emitir sonido alguno a causa del temor, se dispuso a esperar la tormenta que sin duda iba a desatarse para enfrentarse a ella con toda la presencia de ánimo de que era capaz.
No se prolongó mucho su incertidumbre. El recién llegado la tomó por el brazo mientras con una dura mirada de autoridad le ordenaba que pusiera orden en su escasa vestimenta.
— ¡Muchacha imprudente! — murmuró entre dientes —. ¿Qué es lo que has hecho? ¿Hasta qué extremos te ha arrastrado tu pasión loca y salvaje? ¿Cómo podrás enfrentarte a la ira de tu ofendido tutor cuando vea este video? ¿Cómo apaciguarás su justo resentimiento cuando yo, en el ejercicio de mi deber moral le haga saber los denigrantes actos al los que se entrega su única hija? — Manteniéndola todavía sujeta por la muñeca continuó.
— ¡Infeliz muchacha!, sólo puedo expresarte mi máximo horror y mí justa indignación. Olvidándote de los preceptos de nuestra santa madre iglesia y sin importarte el honor, te has entregado a esta perversa y degradante práctica de brujería que desató en ti el disfrute de la fruta prohibida. ¿Qué te queda ahora? Escarnecida por tus amigos y arrojada del hogar de tu tío, tendrás que asociarte con las bestias del campo y como Nabucodonosor, serás eludida por los tuyos para evitar la contaminación y tendrás que implorar por los caminos del Señor un miserable sustento. ¡Ah, hija del pecado, criatura entregada a la lujuria y a Satán! Yo te digo que...
El extraño había ido tan lejos en su amonestación a la infortunada muchacha, que Bella, abandonando su actitud encogida y arrodillándose, clavó su rostro en lágrimas en las piernas del indignado sacerdote suplicando perdón.
— ¡Piedad padrecito! ¡Compadeceos de mí! ¡Aceptadme en confesión!— Suplicó Bella, cuyas lágrimas se deslizaban por unas mejillas que hacía poco habían resplandecido de placer.
— ¡No digas más! — Siguió diciendo el sacerdote. — No digas más. Las confesiones no son válidas en este momento y las humillaciones sólo añaden lodo a tu ofensa. Mi mente no acierta a concretar cuál será mi obligación en este sucio asunto, pero si obedeciera los dictados de mis actuales inclinaciones; encaminaría mis pasos directamente hacia tus custodios naturales para hacerles saber de inmediato las infamias que por azar he descubierto.
— ¡Perdonadme! padre ¡Perdonadme. Haré cuanto esté en mis manos como penitencia. Se dirán seis misas y muchos padrenuestros sufragados por mí, Se emprenderá sin duda la peregrinación al sepulcro de San Engulfo, del que me hablabais el otro día. Estoy dispuesta a cualquier sacrificio si me perdonáis.
El sacerdote impuso silencio con un ademán.
— ¡Basta! — Dijo el padre. — Necesito tiempo. Necesito invocar la ayuda de la Virgen bendita, que no conoce el pecado. Pasa a verme mañana a la sacristía Bella. Allí en el recinto adecuado, te revelaré cuál castigo corresponde a tu horrible pecado, para ello habré de consultar esta misma noche los libros sagrados que me lo habrán de revelar y solo en caso de que exista una solución adecuada a tu falta, muy a mi pesar habré de callar lo que esta noche he visto, tal y como en el pasado he tenido que callar las desvergonzadas confesiones que siempre vienes a hacerme.
Miles de gracias surgieron de la garganta de Bella cuando el padre le advirtió que debía marcharse ya a su dormitorio.
— ¡Y borra de tu cara esa expresión de felicidad!, que no te he prometido nada. Solo te aclaro que por esta noche, y solo por esta noche, vuestro secreto estará a salvo conmigo, y hasta que nos volvamos a ver, te informaré de mi decisión final. — Dijo el padre antes de partir.
CAPÍITULO II (Olor a tranquilo claustro de convento, te reto a que pruebes el poder de mi deseo)
Lo que para una jovencita inició como un interesante juego, en manos equivocadas abre una puerta que no puede ser cerrada. La invocación de las fuerzas tenebrosas del orden natural no es cosa gratis, la misma física nos enseña que todo resultado requiere un trabajo. Así mismo toda ganancia obtenida a través de este medio, define un precio. En verdad va a pasar mucho tiempo, antes de que la ciencia demuestre que todo existe en función del marco de referencia del observador, en alusión a que todo está en la mente y de que por cada una las representaciones angélicas y arcangélicas, que no son otra cosa que un símbolo mental con el que vemos solo lo que podemos entender de esa fuerza; existe la contraparte dimensional que la equilibra en el llamado lado oscuro, para que ambas puedan existir en nuestra mente bipolar, cada una de las cuales en su propio sentido tienen nombres, dominios, niveles y jerarquías que van desde lo humano hasta lo divino, viendo hacia arriba y desde lo humano hasta lo innombrable, viendo hacia abajo, según la representación de algo tan antiguo y misterioso que se pierde en la noche de los tiempos: La Cábala.
A partir de este momento y durante todo el recorrido de esta lectura, el costo de las claves referidas que hicieron posible el descenso del indefinible poder de la sensualidad presumiblemente podría alcanzar incluso al lector de esta obra. Tenga cuidado con lo que siente y con lo que desea, pero sobre todo, con cual personaje se identifica, porque todo existe en el plano del gran inmanifestado, la nada absoluta como dirían los físicos, donde no hay materia tiempo ni espacio y donde todo tuvo su origen, y aún se encuentra en expansión.
Si deseas tener el texto completo de este relato, escribe a tvientv@yahoo.com.mx y se lo enviaremos a la autora para que se contacte contigo
Estoy encantado con tu cuento y te confieso que no lo esperaba porque, generalmente, hasta donde me ha llevado mi experiencia, son los hombres los que más nos inclinamos a perfilar este tipo de obra. Pero viniendo de tí, mujer, es aún mejor porque nadie mejor que una mujer puede reflejar en su redacción los sentimientos que experimenta la fémina haciendo el amor. Admito que yo no podría haberlo hecho, no mejor, ni siquiera cercano a los detalles descriptivos que viertes en tu relato.Dices cuento, dices fantasía erótica;a tal vez tengas razón pero yo la percibo, la siento muy real y hasta tal punto que experimenté una erección durante la lectura bastante animada para estar sentado frente a mi PC.
ResponderEliminarGracias, Marbella por compartir este extraordinario talento que te caracteriza en una dirección tabú para muchos, muchas, muy cercanas a mí.
Seguiré en contacto y organizaré mi tiempo para acercarme más a tus relatos desde mi casa en Miami.
Jorge